por Claire Jaureguy

En Perú, sabemos que la hoja de coca es irreductible al narcotráco; sin embargo, sus usos tradicionales se mantienen en una dimensión cultural más cercana a la informalidad cuando la especie vegetal logra vencer la demonización atribuida desde distintos poderes por casi cinco siglos. Resiste en espacios heterogéneos muy delimitados, como las prácticas rituales de la zona andina, donde se le atribuyen una serie de facultades sobrenaturales desde tiempos precolombinos. 

Antes de comentar la exposición Lecturas Botánicas: Erythroxylum coca de la artista Ximena Garrido-Lecca (Lima, 1980) en Proyecto AMIL (Lima), me permito una digresión sobre algunos de los contextos controversiales más recientes en los que se ha visto el uso de la hoja de coca. El jugador Paolo Guerrero, el capitán de la selección nacional peruana, dio positivo en las pruebas antidoping, en el 2017, en el marco de las Eliminatorias a la Copa Mundial de Fútbol Rusia 2018, lo cual supuso su ausencia como castigo: nos quedábamos sin nuestro goleador a punto de poder cumplir la hazaña tras treinta años de intentos fallidos. Esa historia está llena de detalles que a la sazón no son relevantes, más que para preguntarnos si la defensa que cientos de hinchas hicieron, incluso en manifestaciones en espacios públicos, incluía la defensa de determinados usos culturales de la planta. Y se vuelve aún más interesante cuando uno de los argumentos usados por los abogados del futbolista, con apoyo cientíco, se apoya en evidencias forenses basadas en estudios realizados a tres momias incas. Cientos de años después, sus cuerpos contenían benzoilecgonina, la misma sustancia detectada en la orina del capitán peruano. Una historia de la vida cotidiana de los peruanos en el siglo XXI que muestra la complejidad de nuestras problemáticas culturales, sociales y económicas, de las que el fútbol pone en evidencia.

Muy lejos de las canchas -palabra quechua que utilizamos en los países andinos para los campos de juego-, las alternancias entre los usos, consumos y signicados de la hoja de coca son algunos de los temas que aborda la exposición Lecturas Botánicas. La artista pone en el centro de nuestra atención a la planta nativa: suprimidos sus contextos conictivos, la circunscribe en un proceso esquematizado en donde no solo logra cultivarla y asegurar su desarrollo, sino que nos acerca a aspectos culturales de carácter sagrado que, aún hoy, mantiene la coca.

Las salas de la galería, cerca de 350 m2, se transforman en un amplio laboratorio hidropónico construido a partir de ductos de acero galvanizado en donde se desarrollan y exhiben 180 ejemplares de coca en el subsuelo del Centro Comercial Camino Real[1], en San Isidro. Las plantas, de tres tamaños distintos, crecen en macetas de barro de dimensiones variables que cuentan con agujeros por donde se extienden las raíces que son abastecidas de agua que discurre por los ductos de acero. Las plantas reciben luz articial programada y de bajo consumo eléctrico en un sistema que es supervisado por especialistas dos veces por semana para asegurarse de que cuenten con los nutrientes necesarios para su crecimiento.

Para la producción del proyecto artístico fue necesario contar con permisos especiales del Estado peruano, como de la Empresa Nacional de la Coca (ENACO), ya que su cultivo es restringido. Cabe mencionar que la principal forma de lucha contra el narcotráco en el país ha consistido en la erradicación forzada de cocales. Las semillas entregadas por ENACO para el proyecto de exposición fueron germinadas en un fundo, en Santa Eulalia, en la provincia de Huarochirí en Lima, a una altura de 1,036 m.s.n.m., y trasladadas meses después de su evolución, como plantas, a la ciudad de Lima -la capital del Perú se encuentra ubicada a 100 m.s.n.m.

Lecturas botánicas nos plantea una nueva relación entre el arte y el conocimiento de las plantas. Sin nostalgia del dibujo y sin necesidad de microscopios, nos descubre a manera de develamiento una verdad que ota en el aire y que a través de una nueva taxonomía vegetal nos devuelve nuestra propia imagen, una denida por nuestras expectativas de futuro. Conversamos con la artista Ximena Garrido-Lecca, quien vive entre México y Lima desde hace cuatro años, sobre su más reciente exposición que se puede visitar hasta el 3 de agosto.

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por Claire Jaureguy

En Perú, sabemos que la hoja de coca es irreductible al narcotráco; sin embargo, sus usos tradicionales se mantienen en una dimensión cultural más cercana a la informalidad cuando la especie vegetal logra vencer la demonización atribuida desde distintos poderes por casi cinco siglos. Resiste en espacios heterogéneos muy delimitados, como las prácticas rituales de la zona andina, donde se le atribuyen una serie de facultades sobrenaturales desde tiempos precolombinos. 

Antes de comentar la exposición Lecturas Botánicas: Erythroxylum coca de la artista Ximena Garrido-Lecca (Lima, 1980) en Proyecto AMIL (Lima), me permito una digresión sobre algunos de los contextos controversiales más recientes en los que se ha visto el uso de la hoja de coca. El jugador Paolo Guerrero, el capitán de la selección nacional peruana, dio positivo en las pruebas antidoping, en el 2017, en el marco de las Eliminatorias a la Copa Mundial de Fútbol Rusia 2018, lo cual supuso su ausencia como castigo: nos quedábamos sin nuestro goleador a punto de poder cumplir la hazaña tras treinta años de intentos fallidos. Esa historia está llena de detalles que a la sazón no son relevantes, más que para preguntarnos si la defensa que cientos de hinchas hicieron, incluso en manifestaciones en espacios públicos, incluía la defensa de determinados usos culturales de la planta. Y se vuelve aún más interesante cuando uno de los argumentos usados por los abogados del futbolista, con apoyo cientíco, se apoya en evidencias forenses basadas en estudios realizados a tres momias incas. Cientos de años después, sus cuerpos contenían benzoilecgonina, la misma sustancia detectada en la orina del capitán peruano. Una historia de la vida cotidiana de los peruanos en el siglo XXI que muestra la complejidad de nuestras problemáticas culturales, sociales y económicas, de las que el fútbol pone en evidencia.

Muy lejos de las canchas -palabra quechua que utilizamos en los países andinos para los campos de juego-, las alternancias entre los usos, consumos y signicados de la hoja de coca son algunos de los temas que aborda la exposición Lecturas Botánicas. La artista pone en el centro de nuestra atención a la planta nativa: suprimidos sus contextos conictivos, la circunscribe en un proceso esquematizado en donde no solo logra cultivarla y asegurar su desarrollo, sino que nos acerca a aspectos culturales de carácter sagrado que, aún hoy, mantiene la coca.

Las salas de la galería, cerca de 350 m2, se transforman en un amplio laboratorio hidropónico construido a partir de ductos de acero galvanizado en donde se desarrollan y exhiben 180 ejemplares de coca en el subsuelo del Centro Comercial Camino Real[1], en San Isidro. Las plantas, de tres tamaños distintos, crecen en macetas de barro de dimensiones variables que cuentan con agujeros por donde se extienden las raíces que son abastecidas de agua que discurre por los ductos de acero. Las plantas reciben luz articial programada y de bajo consumo eléctrico en un sistema que es supervisado por especialistas dos veces por semana para asegurarse de que cuenten con los nutrientes necesarios para su crecimiento.

Para la producción del proyecto artístico fue necesario contar con permisos especiales del Estado peruano, como de la Empresa Nacional de la Coca (ENACO), ya que su cultivo es restringido. Cabe mencionar que la principal forma de lucha contra el narcotráco en el país ha consistido en la erradicación forzada de cocales. Las semillas entregadas por ENACO para el proyecto de exposición fueron germinadas en un fundo, en Santa Eulalia, en la provincia de Huarochirí en Lima, a una altura de 1,036 m.s.n.m., y trasladadas meses después de su evolución, como plantas, a la ciudad de Lima -la capital del Perú se encuentra ubicada a 100 m.s.n.m.

Lecturas botánicas nos plantea una nueva relación entre el arte y el conocimiento de las plantas. Sin nostalgia del dibujo y sin necesidad de microscopios, nos descubre a manera de develamiento una verdad que ota en el aire y que a través de una nueva taxonomía vegetal nos devuelve nuestra propia imagen, una denida por nuestras expectativas de futuro. Conversamos con la artista Ximena Garrido-Lecca, quien vive entre México y Lima desde hace cuatro años, sobre su más reciente exposición que se puede visitar hasta el 3 de agosto.

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xgl
Publication
Artishock Revista
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