"Videos de esta mujer: registros de performances 1997-2010" es una apuesta curatorial por saldar una deuda con una de nuestras artistas experimentales más interesantes y menos reconocidas localmente, y a su vez, una afirmación de la importancia de del video, la performance y el feminismo en el arte contemporáneo peruano.
La curadora Florencia Portocarrero ha agrupado los vídeos por lugar y cronología: Lima (1997-2001) y EE.UU (2001-2010).
Para ello ha generado dos estructuras (diseñadas por Maya Ballén) que permiten una relación más cercana con la obra y facilitan ver un ciclo de casi 2 horas de duración.
Se busca así contrastar dos etapas de trabajo creativo, resaltando variantes en la producción (edición de video, uso de sonido); cambios de enfoque (del museo a la calle, orientación a lo participativo, recurso al público casual); constantes temáticas (uso del propio cuerpo, la noción de género, la mirada) y continuidades estratégicas (la apuesta por el espacio público, las interacciones con la audiencia).
Así, por ejemplo, la emblemática "Señorita de buena presencia buscando empleo" y "Fronteras" hablan de una relación tensa con el campo artístico, donde el cuerpo de la artista media con el contexto, sea este la lamentablemente desaparecida Bienal de Lima (la artista irrumpió durante los conservatorios envuelta en anuncios de empleo) o la exposición "Terreno de experiencia" (la artista lee, toca, olfatea y lame catálogos de exposiciones internacionales como si buscase asimilar sensorialmente la escena internacional).
En "La manera en que decenas de personas miran a una mujer desnuda", Tejada-Herrera se desviste y filma al público que la observa, devolviendo la mirada-cual voyeur de voyeristas-e invirtiendo la relación de poder mediante la cámara como dispositivo de empoderamiento.
Piezas hechas en EE.UU como "Juntos con la casa a cuestas", "Un día en el vecindario coreografiándome" o "Nueva burguesa que aprendió a ir de compras y tiene buen gusto" abordan las relaciones sociales, buscando negociar con la diferencia-especialmente desde la experiencia de una migrante-tendiendo puentes y generando nuevos modos de relacionamiento.
La exposición es demasiado extensa para hacer un recuento significativo. Cabe destacar la insistencia de Elena Tejada-Herrera en intervenir críticamente en el espacio público usando su cuerpo.
Ella apuesta por alterar las dinámicas cotidianas interponiendo su cuerpo para señalar las situaciones intersectadas de desigualdad-como mujer, como artista y como migrante-y, sobre todo, para subvertir esas mismas situaciones: cancelar la objetualización de su cuerpo, reclamar su lugar en el campo artístico y visibilizar su presencia en un entorno ajeno mediante el humor, la parodia, la exageración y la extrañeza. Es necesario verla con tiempo.
Para ello ha generado dos estructuras (diseñadas por Maya Ballén) que permiten una relación más cercana con la obra y facilitan ver un ciclo de casi 2 horas de duración.
Se busca así contrastar dos etapas de trabajo creativo, resaltando variantes en la producción (edición de video, uso de sonido); cambios de enfoque (del museo a la calle, orientación a lo participativo, recurso al público casual); constantes temáticas (uso del propio cuerpo, la noción de género, la mirada) y continuidades estratégicas (la apuesta por el espacio público, las interacciones con la audiencia).
Así, por ejemplo, la emblemática "Señorita de buena presencia buscando empleo" y "Fronteras" hablan de una relación tensa con el campo artístico, donde el cuerpo de la artista media con el contexto, sea este la lamentablemente desaparecida Bienal de Lima (la artista irrumpió durante los conservatorios envuelta en anuncios de empleo) o la exposición "Terreno de experiencia" (la artista lee, toca, olfatea y lame catálogos de exposiciones internacionales como si buscase asimilar sensorialmente la escena internacional).
En "La manera en que decenas de personas miran a una mujer desnuda", Tejada-Herrera se desviste y filma al público que la observa, devolviendo la mirada-cual voyeur de voyeristas-e invirtiendo la relación de poder mediante la cámara como dispositivo de empoderamiento.
Piezas hechas en EE.UU como "Juntos con la casa a cuestas", "Un día en el vecindario coreografiándome" o "Nueva burguesa que aprendió a ir de compras y tiene buen gusto" abordan las relaciones sociales, buscando negociar con la diferencia-especialmente desde la experiencia de una migrante-tendiendo puentes y generando nuevos modos de relacionamiento.
La exposición es demasiado extensa para hacer un recuento significativo. Cabe destacar la insistencia de Elena Tejada-Herrera en intervenir críticamente en el espacio público usando su cuerpo.
Ella apuesta por alterar las dinámicas cotidianas interponiendo su cuerpo para señalar las situaciones intersectadas de desigualdad-como mujer, como artista y como migrante-y, sobre todo, para subvertir esas mismas situaciones: cancelar la objetualización de su cuerpo, reclamar su lugar en el campo artístico y visibilizar su presencia en un entorno ajeno mediante el humor, la parodia, la exageración y la extrañeza. Es necesario verla con tiempo.